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¿Conoces a tus pacientes? El impacto de una

relación a largo plazo

¿Conoces a tus pacientes? El impacto de una relación a largo plazo



Imagina que trabajas como médico de cabecera. Cada vez que un paciente entra a tu consulta, no importa cuánto tiempo haya pasado, le reconoces, recuerdas lo importante de su historia clínica y tienes una idea de cómo ayudarlo. Ahora, ¿te imaginas perder esa continuidad porque el paciente fue reasignado a otro profesional o cambió de residencia o porque se acaba tu contrato? Probablemente sentirías que una parte esencial de tu trabajo, ese conocimiento acumulado y personalizado, se desvanece. Eso mismo es lo que pasa cuando no se valora la relación a largo plazo entre médico y paciente.

Un estudio reciente en Noruega, titulado "Continuity in general practice as a predictor of mortality, acute hospitalisation, and use of out-of-hours care" y publicado en el British Journal of General Practice, confirma algo que muchos de nosotros ya intuíamos: mantener a los mismos pacientes durante años no solo mejora sus resultados en salud, sino que también puede salvarles la vida. Literalmente.

 

Dra. Ana Perez

Dra. Ana Pérez Ballesta

Medicina familiar y comunitaria en el Centro de Salud Sangonera la Verde


El estudio analizó datos de más de 230.000 pacientes a lo largo de 15 años, evaluando cómo la continuidad con el mismo médico de cabecera impactaba en la mortalidad y el uso de recursos sanitarios. Los resultados fueron reveladores: aquellos pacientes que habían tenido el mismo médico durante largos periodos de tiempo mostraron una reducción del 30% en el riesgo de mortalidad en comparación con quienes cambiaron de médico frecuentemente. Además, hubo una disminución significativa en visitas a urgencias y hospitalizaciones evitables, lo que evidencia no solo un impacto en la salud individual, sino también en la eficiencia del sistema sanitario. Este tipo de estudios refuerza la idea de que la continuidad no es solo un lujo, sino una necesidad.

Ahora piensa de nuevo en cómo es atender a un paciente que llevas viendo durante años. Sabes que no le gustan las agujas, que minimiza ciertos síntomas pero que no suele quejarse “por gusto”, o que a veces sólo viene a preguntarte dudas porque se encuentra sólo. Este conocimiento, que no se encuentra en ninguna ficha clínica por detallada que sea, te permite anticiparte, realizar diagnósticos más precisos y gestionar los problemas de salud de forma más eficiente. Al final, ahorras tiempo, recursos y complicaciones potenciales.

El estudio noruego respalda esta experiencia cotidiana con cifras contundentes. Mantener una relación con el mismo médico durante más de 15 años reduce en un 30% la mortalidad, en comparación con cambiar de médico cada año. Además, también disminuye el uso de servicios de urgencias y las hospitalizaciones innecesarias. Es una validación de lo que siempre hemos sospechado: la confianza y el conocimiento mutuo son herramientas terapéuticas en sí mismas.

Además de los beneficios obvios para los pacientes, esta continuidad también tiene un impacto positivo en nuestra práctica profesional. Conocer a fondo a nuestros pacientes nos permite trabajar con mayor confianza y eficiencia. Cada consulta se vuelve más ágil, ya que no necesitamos dedicar tanto tiempo a revisar antecedentes o realizar preguntas iniciales. Esto no solo nos ahorra tiempo, sino que también reduce la carga cognitiva asociada con decisiones clínicas complejas. La relación de confianza nos brinda un contexto más rico para interpretar los síntomas, lo que facilita un enfoque más personalizado y preciso.

El conocimiento acumulado de cada paciente nos permite abordar problemas de salud de manera preventiva


Por otro lado, esta relación constante también refuerza nuestra satisfacción laboral. Saber que estamos marcando una diferencia tangible en la vida de nuestros pacientes fortalece el sentido de propósito, algo esencial para combatir el agotamiento profesional. En un entorno sanitario que a menudo puede sentirse despersonalizado, estas conexiones humanas nos recuerdan por qué elegimos esta profesión en primer lugar. Además, el conocimiento acumulado de cada paciente nos permite abordar problemas de salud de manera preventiva, lo que a largo plazo puede significar menos consultas de urgencias y más consultas planificadas, reduciendo así la presión asistencial.


Sin embargo, sabemos que no todo depende de nosotros como médicos. En muchos sistemas de salud, esta continuidad está en riesgo. La rotación frecuente de profesionales, la sobrecarga asistencial y la fragmentación en los servicios dificultan enormemente el seguimiento de los pacientes. Es frustrante para nosotros y agotador para ellos. Cada vez que un paciente cambia de médico, se pierde parte de esa memoria clínica y de la conexión que permite un cuidado personalizado.

Por eso, como comunidad médica, debemos abogar por sistemas que faciliten y valoren la continuidad en la atención. La estabilidad en las relaciones médico-paciente no solo beneficia a los pacientes, sino también a nosotros. Conocer bien a quienes atendemos reduce la incertidumbre, nos permite trabajar de manera más eficiente y mejora nuestra satisfacción profesional. Además, disminuye el riesgo de burnout al reforzar el sentido de propósito en nuestra práctica.

Por supuesto, también debemos reflexionar sobre nuestro papel. ¿Cómo cultivamos estas relaciones? Escuchar activamente, recordar detalles importantes de nuestros pacientes o sus familiares, mostrar empatía y ser consistentes en nuestro trato son actitudes que refuerzan el vínculo. Aunque el sistema no siempre lo haga fácil, estas acciones pueden marcar una gran diferencia.

Al mismo tiempo, debemos trasladar a los pacientes la importancia de esta continuidad. Es crucial que comprendan que cambiar de médico constantemente no siempre es lo mejor para su salud. Invertir en una relación a largo plazo con su médico de cabecera puede traerles enormes beneficios, como diagnósticos más precisos, un manejo más eficiente de enfermedades crónicas y, en definitiva, una mejor calidad de vida.

En este contexto, las redes sociales también se han convertido en una extensión de nuestra labor como médicos, permitiéndonos reforzar la confianza y la educación sanitaria fuera de la consulta. A través de distintas plataformas podemos compartir información fiable, resolver dudas comunes y desmentir mitos, contribuyendo a que los pacientes tomen decisiones más informadas sobre su salud. En mi caso, he encontrado en mi perfil (@anamidoctora en Instagram) un espacio muy valioso para interactuar con personas de todo el mundo, pacientes y compañeros, compartiendo consejos prácticos y reflexiones sobre nuestra práctica diaria. Esta interacción digital también refuerza la relación de confianza, ya que nos permite mostrar un lado más accesible y humano y nos ayuda a construir una comunidad más conectada y empoderada.

La relación que construimos con nuestros pacientes es mucho más que un aspecto accesorio de la medicina. Es el corazón mismo de una atención de calidad. No se trata solo de recetar medicamentos o pedir pruebas diagnósticas, sino de ser un aliado para nuestros pacientes, alguien que los conoce como un todo, más allá de los síntomas.
 

Así que sigamos trabajando para proteger y fortalecer estas relaciones, porque, quién sabe, tal vez estemos haciendo más por ellos de lo que imaginamos.

 

Bibliografía

  1. Sandvik H, Hetlevik Ø, Blinkenberg J, Hunskaar S. Continuity in general practice as a predictor of mortality, acute hospitalization, and use of out-of- hours care: a registry-based observational study in Norway. Br J Gen Pract. 2022;72(715):e84-e90. doi:10.3399/BJGP.2021.0340.

 

DOC.6004.022025

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