23 junio, 2021
Tal vez te hayas imaginado recibiendo infinitos reconocimientos por tus investigaciones sobre un principio activo que va a acabar con una tozuda enfermedad que asola a la humanidad desde hace siglos… y lo has obtenido de una humilde ramita de perejil (sí sí, perejil como el de Arguiñano). O, quizá, hayas echado la vista al futuro y te hayas descubierto como un profesor al modo de Indiana Jones, pero del lado de las ciencias.
Bueno, todo eso sería genial, pero hay que empezar por el principio, así que bajemos de las nubes y estudiemos las opciones sobre el terreno.
Para optar por este la investigación debes acceder a estudios de máster o de posgrado y luego hacer tu propia tesis doctoral, guiado por un tutor; esto te tendrá entretenido alrededor de cuatro años. Esta etapa se suele denominar «periodo de adquisición de suficiencia investigadora».
Una vez con tu título de doctor, desde la Administración Pública te ofrecen varios programas para trabajar en el ámbito de la investigación. En la página web del Ministerio de Ciencia e Innovación puedes consultar un resumen de la carrera investigadora e información más detallada de todo el proceso. Por supuesto, también puedes prepararte unas oposiciones para los organismos públicos de investigación, como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Instituto de Salud Carlos III, etc.
Si decides ir por libre, puedes buscar financiación para todas las etapas de tu formación como investigador, y son numerosas las entidades que ofrecen becas: ONG, entidades financieras, universidades, laboratorios, etc.
En cualquier caso, el abanico es amplísimo y podrás implicarte en proyectos de investigación clínica de todo tipo: experimentales, observacionales, de tratamiento, epidemiológicos, etc. Y este camino lleva su tiempo, en ocasiones muchos años.
Si optas por la investigación, las claves para sobrevivir como científico son mucha curiosidad, una enorme pasión, entusiasmo a raudales, altísima motivación, dosis gigantes de paciencia, persistencia, disciplina, compromiso, responsabilidad, organización y, sobre todo, sentido ético. Ahí es nada. Investigar es una carrera de fondo.
Y recuerda: investigación y actividad asistencial NO son excluyentes, sino que son vías que transcurren en paralelo para llegar a una meta común.
Si lo que quieres es dedicarte a la enseñanza, también son varias las opciones.
Clases de educación secundaria y bachillerato. Si eres lo suficientemente valiente como para trabajar con jovencitos adolescentes, puedes impartir clases a alumnos de educación secundaria y bachillerato, aunque para ello debes realizar el máster que te habilite para la enseñanza y aprobar la consabida oposición si prefieres ejercer en centros públicos.
Clases en la universidad. Por otro lado, si tu deseo ?a imagen del Dr. Jones? es entrar a formar parte del mundo académico universitario, debes tener el título de doctor y emprender una cruzada para conseguirlo.
Para ser profesor universitario has de estar acreditado por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), cuyo objetivo es contribuir a la mejora de la calidad del sistema de educación superior mediante la evaluación, certificación y acreditación de enseñanzas, profesorado e instituciones.
Para la evaluación de profesores, cuenta con dos programas:
¿Acaso no te gustaría quedar en la memoria de tus alumnos como aquel profesor del que tanto aprendieron? Pues solo tienes que dar el primer paso.
Ejercer de docente médico no es sencillo pero aquí te damos 10 consejos que seguro que te vienen muy bien.
RES.0094.062021